Después de que en mi texto anterior se batiera el récord de comentarios en este blog, y después de haber cumplido ayer los 28 años, hoy vuelvo a sentarme a escribir, mientras decido si Pedro y yo debemos fundar un partido político o directamente crear nuestra propia religión.
Afortunadamente, esta vez mi motivo para escribir no es quejarme de algo, sino alegrarme de que, por fin, se ha impuesto el sentido cumún. Resulta que el Tribunal Supremo considera que no se puede ejercer la objeción de conciencia sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Sé que ya hablé de ella hace varios meses, pero me parecía interesante comentarlo ahora.
Y creo que, a lo mejor, si los que se oponen a la asignatura supieran de qué va, no se opondrían tanto. Porque, por mucho que digan, no es inconstitucional estudiar la Constitución ni vulnera ningún derecho estudiar los Derechos Humanos. Esta asignatura simplemente sirve para que los estudiantes conozcan cosas que existen en nuestro mundo, sirve para que sepan que todos somos diferentes, pero que nadie es mejor ni peor. Comprender el mundo en el que viven para trabajar en su mejora, como dicen los Currículos escolares. Pero los que me dan pena de verdad son los chavales cuyos padres habían objetado y que ahora tendrán que ir a clase... Qué pena, ya no podrán hacer pellas con el beneplácito de sus padres.
Además, esta asignatura no vulnera el derecho de los padres a elegir la educación que ellos quieren para sus hijos (suponiendo, claro, que todavía queden padres dispuestos a educar a sus hijos, que lo que más abunda últimamente son padres que dejan el marrón de educar a la escuela). ¿Dice la asignatura que es malo ser católico? No. ¿Impide que sus padres les enseñen en casa los valores que consideren más oportunos? No. ¿Aprobar la asignatura significa que los conocimientos supuestamente adquiridos en ella se van a recordar toda la vida? Desgraciadamente, no (cuántas cosas aprendimos en nuestros años de estudio y hemos acabado olvidando...).
Pero ahora parémonos a pensar un momento. Si la objeción se permitiera, eso sentaría un peligroso precedente. No me cuesta imaginar a alguien diciendo "No quiero que mi hijo estudie el origen del Islam, vamos a objetar de Historia", o "Soy musulmán y me ofende que mis hijos estudien la Reconquista o las Cruzadas, vamos a objetar de Historia", o "No creo en la Teoría de la Evolución, vamos a objetar de las Ciencias Naturales", o algo tan estúpido como "A mi hijo no le gusta leer, vamos a objetar de la Literatura". Rediós, si casi me apetece a mí objetar de la Educación Física con efecto retroactivo.
¿Y sabéis qué es lo más patético? Que a pesar de la oposición del PP, cuando lleguen al Gobierno seguramente la mantendrán. ¿Sabéis por qué? Porque cuando el PP gobierne ya no será un partido comandado por Rajoy (que a día de hoy es un cadáver político que mira a su alrededor sorprendido sin saber muy bien qué pasa), sino que será un partido moderno, que ya no se dejará dirigir por Jiménez Losantos y Rouco Varela (que no por la Conferencia Episcopal, que, por cierto, no se opone a la Educación para la Ciudadanía), que dejará de centrarse en la rancia tradición nacional-católica para mirar al resto del mundo. Y verán que esta asignatura no es un invento de Zapatero, sino que se imparte en Europa y Estados Unidos sin que nadie se rasgue las vestiduras, a pesar de que en el Reino Unido también hay padres que se preocupan por sus hijos, y a pesar de que en Estados Unidos también hay católicos (alguno hay, creedme).
Un saludo.
Afortunadamente, esta vez mi motivo para escribir no es quejarme de algo, sino alegrarme de que, por fin, se ha impuesto el sentido cumún. Resulta que el Tribunal Supremo considera que no se puede ejercer la objeción de conciencia sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Sé que ya hablé de ella hace varios meses, pero me parecía interesante comentarlo ahora.
Y creo que, a lo mejor, si los que se oponen a la asignatura supieran de qué va, no se opondrían tanto. Porque, por mucho que digan, no es inconstitucional estudiar la Constitución ni vulnera ningún derecho estudiar los Derechos Humanos. Esta asignatura simplemente sirve para que los estudiantes conozcan cosas que existen en nuestro mundo, sirve para que sepan que todos somos diferentes, pero que nadie es mejor ni peor. Comprender el mundo en el que viven para trabajar en su mejora, como dicen los Currículos escolares. Pero los que me dan pena de verdad son los chavales cuyos padres habían objetado y que ahora tendrán que ir a clase... Qué pena, ya no podrán hacer pellas con el beneplácito de sus padres.
Además, esta asignatura no vulnera el derecho de los padres a elegir la educación que ellos quieren para sus hijos (suponiendo, claro, que todavía queden padres dispuestos a educar a sus hijos, que lo que más abunda últimamente son padres que dejan el marrón de educar a la escuela). ¿Dice la asignatura que es malo ser católico? No. ¿Impide que sus padres les enseñen en casa los valores que consideren más oportunos? No. ¿Aprobar la asignatura significa que los conocimientos supuestamente adquiridos en ella se van a recordar toda la vida? Desgraciadamente, no (cuántas cosas aprendimos en nuestros años de estudio y hemos acabado olvidando...).
Pero ahora parémonos a pensar un momento. Si la objeción se permitiera, eso sentaría un peligroso precedente. No me cuesta imaginar a alguien diciendo "No quiero que mi hijo estudie el origen del Islam, vamos a objetar de Historia", o "Soy musulmán y me ofende que mis hijos estudien la Reconquista o las Cruzadas, vamos a objetar de Historia", o "No creo en la Teoría de la Evolución, vamos a objetar de las Ciencias Naturales", o algo tan estúpido como "A mi hijo no le gusta leer, vamos a objetar de la Literatura". Rediós, si casi me apetece a mí objetar de la Educación Física con efecto retroactivo.
¿Y sabéis qué es lo más patético? Que a pesar de la oposición del PP, cuando lleguen al Gobierno seguramente la mantendrán. ¿Sabéis por qué? Porque cuando el PP gobierne ya no será un partido comandado por Rajoy (que a día de hoy es un cadáver político que mira a su alrededor sorprendido sin saber muy bien qué pasa), sino que será un partido moderno, que ya no se dejará dirigir por Jiménez Losantos y Rouco Varela (que no por la Conferencia Episcopal, que, por cierto, no se opone a la Educación para la Ciudadanía), que dejará de centrarse en la rancia tradición nacional-católica para mirar al resto del mundo. Y verán que esta asignatura no es un invento de Zapatero, sino que se imparte en Europa y Estados Unidos sin que nadie se rasgue las vestiduras, a pesar de que en el Reino Unido también hay padres que se preocupan por sus hijos, y a pesar de que en Estados Unidos también hay católicos (alguno hay, creedme).
Un saludo.